Ejemplo de lo que un perro es capaz de hacer por su amo, Bobby de Greyfriars es hoy uno de los símbolos de la ciudad de Edimburgo.
Según cuenta la historia, hacia 1850 John Grey se radica en Edimburgo (Escocia) con su esposa e hijo, en busca de un futuro mejor. Jardinero de profesión, la dura situación económica lo empuja a unirse a la policía de local como vigilador nocturno.
Al poco tiempo, la familia Grey adpota al pequeño Bobby, un Skye Terrier que con el tiempo se convertiría en su inseparable compañero.
John, que padecía de tuberculosis desde hacía un tiempo, fallece el 15 de febrero de 1858 y es sepultado en los terrenos adyacentes a la iglesia de Greyfriars.
Durante los catorce años siguientes a la muerte de su amo, Bobby se negó a alejarse de la iglesia, aún en las épocas de clima más riguroso.
Los vecinos, sensibilizados por la increíble lealtad de Bobby, lo alimentaron y construyeron para él un refugio en los terrenos de la iglesia, aún cuando los perros no eran permitidos en el sector de las sepulturas.
En 1867, y debido al creciente número de perros vagabundos, las autoridades de la ciudad aprobaron una norma que obligaba a registrar a todos los perros de Edimburgo, y los que no serían eliminados.
Sir William Chambers (Lord Provost of Edinburgh) decidió pagar la licencia de Bobby, y le hizo un collar con una placa de bronce con la leyenda “Greyfriars Bobby from the Lord Provost – 1867 – licensed”, actualmente en exhibición en el Museum Of Edinburgh.
Luego de la muerte de Bobby, en 1872, la Baronesa Angela Georgina Burdett-Coutts, profundamente conmovida por la historia, encargó construir una fuente pública con una columna de marmol donde emplazar una estatua de Bobby.
William Brody fue encargdo de la escultura, que fue inaugurada el 14 de Noviembre de 1873, frente a la iglesia de Greyfriars.
La fuente cuenta con un pie octogonal, para que puedan beber los perros, y más arriba bebedero para personas.
En la fuente, una placa de bronce dice:
Un tributo a la afectuosa fidelidad de Bobby de Greyfriars. En 1858, este fiel perro siguió los restos de su amo hasta el cementerio de Greyfriar, y se quedó en el lugar hasta su muerte en 1872. Con autorización, erigido por la Baronesa Burdett-Coutts
Los restos de Bobby están sepultados a escasos metros de los de su amo, y el 13 de mayo de 1981, en una ceremonia presidida por el Duque de Gloucester, la Dog Aid Society de Escocia le agregó una pequeña lápida de marmol que reza:
Greyfriars’ Bobby – died 14th January 1872 – aged 16 years – Let his loyalty and devotion be a lesson to us all.
Bobby de Greyfriers – murió el 14 de Enero de 1872 a la edad de 16 años – Que su lealtad y devoción sea una lección para todos nosotros
La fama mundial le llegó en 1912, cuando la autora estadounidense Eleanor Atkinson escribió un libro que se convirtió en best seller, aunque ella nunca había estado en Edimburgo.
La historia fue tomada por varios autores a lo largo de los años, y en 1961 los estudios Disney produjeron la película “Greyfriars’ Bobby”, basado en el libro homónimo de Atkinson.