Curiosamente, y en contra de lo que parecería evidente, nuestro actual Truco pertenece a una especie más agresiva que lo que nunca será la de su progenitor; aquel lobo asiático de hace quince mil años.
Realmente es difícil de aceptar que una especie que tiene solucionado el acceso a recurso, que está menos expuesta a la depredación y que cuenta con el seguro de expansión genética individual, desarrolle más agresividad intra e inter específica que el lobo.
Aquel, como decía en artículos anteriores, es muy amable con sus cachorros, disfruta en su convivialidad a la hora de alimentarse y solo, en casos extremos, es capaz de licitar conductas agresivas como a las que nuestros perros domésticos nos tienen acostumbrados.
Evidentemente, algo falla y como siempre el culpable es el Hombre y su caprichosa selección artificial canina.
Un perro es capaz de matar a otro sin que exista una razón poderosa como la propia defensa anti-depredación, invasión territorial, lucha de estatus o defensa de la progenie.
también puedes ver: Manual de Comportamiento canino
Un perro puede incluso atacar y dar muerte a un cachorro humano por un simple problema de fallo en la interpretación de sus señales.
Parece que la agresividad, como tal concepto, se mueve de forma paralela al grado de evolución de las especies de tal forma, que un herbívoro será por media, más “pacífico” que su depredador carnívoro y este, a su vez, menos agresivo que cualquier miembro de la especie elegida.
Pero, en el caso del perro se suma la agresividad propia y necesaria de Canis lupus con la seleccionada y manipulada de Canis familiaris.
Cuando el perro licita conductas agresivas espontáneas, adaptativas y similares a las del lobo, consideramos que está haciendo lo que tiene que hacer al igual que el juez perdona al homicida que obra en defensa propia.
En el caso de que la manifieste sin un motivo determinado y gratuito debemos pensar que se trata de una conducta anómala. Estas conductas y la agresividad que conllevan, deben ser erradicadas por especialistas y, sobre todo, por los criadores que al fin y al cabo, son los encargados de esa selección artificial.
La agresividad dirigida hacia personas junto con la micción y/o defecación inadecuada constituyen en algunos países la principal causa de eutanasia en perros.
En EEUU se calcula que hasta dos millones de personas son mordidas cada año. En España no tenemos datos fiables publicados pero, nos atreveríamos a decir, que el porcentaje adaptado al número de perros por habitante, es muy similar.
El problema se complica cuando son los niños las víctimas de perros “supuestamente adiestrados”.
En el perro doméstico, la agresividad puede presentarse encuadrada en cualquiera de los grupos que expongo a continuación:
Agresividad territorial
La muestran todos los individuos como conducta heredada del lobo. El territorio es un espacio de terreno donde se resuelven la mayor parte de los problemas de supervivencia y reproducción.
El hombre utiliza en su beneficio esa conducta innata de guarda territorial. El perro “normal” convertirá en territorio todo el espacio en el que el núcleo familiar se desarrolle o realice actividades cotidianas (despacho, coche o chalet).
Agresividad por competencia
Es una conducta derivada de la jerarquización. Cuando el perro trata de escalafonarse dentro de la manada o núcleo familiar humano, aparece una de las causas de mordida frecuente a dueños.
Esta clase de agresividad aparece cuando el animal disputa recurso con un congénere o bien lo hace con el humano.
Agresividad maternal
Es un mecanismo de supervivencia de progenie orientado a la consecución de la eficacia biológica. Es muy normal que perras tranquilas se vuelvan irascibles cuando crían y otorgan cuidados parentales.
Agresividad sexual
Aparece como respuesta a la presencia de individuos del mismo sexo dentro de su propia especie. Se manifiesta con mas intensidad cuando el animal agresivo se encuentra en su territorio o en presencia de su guía.
Agresividad redirigida
Esta agresividad se dirige hacia un estímulo alternativo al ser el desencadenante inaccesible para el perro. Cómo les decía en artículos anteriores mi viejo Roco, soberbio y prepotente aún, es capaz de comerse la escoba con la que le he atizado un estacazo porque, evidentemente, no va a morderme a mí.
Agresividad por miedo o dolor
Es común a todas las especies. Si a un perro se le priva de la distancia de fuga y lo obligamos a entrar en la crítica mostrará una agresividad importante incluso, con el hombre.
El dolor provocará una reacción agresiva por la simple presencia del estímulo doloroso. La reacción será directamente proporcional a la magnitud del estímulo y al rango de percepción sensorial del individuo.
Otra de las clasificaciones de la agresividad podría ser:
– Agresividad por causa orgánica
– Agresividad sin causa orgánica
Antes de tratar de solucionar un problema de conducta deberemos descartar, mediante examen veterinario, la posible alteración orgánica de cualquiera de los sistemas que influyan en esa conducta del perro.
De todos los tipos de agresividad, vemos que la competitiva es la que merece un mayor estudio ya que es la responsable casi absoluta de los mordiscos en reacciones ofensivas.
Suele ser más acusada en los machos que en las hembras.
La evidencia experimental confirma la idea de que los andrógenos son los responsables del aumento de la conducta ofensiva.
Es posible que los progestágenos de las hembras activen conducta agresiva dirigida hacia otra hembra por la consecución de un macho pero, no es normal, que esa actitud se redirija hacia el humano.
Aunque no exista estudio experimental que lo avale, creemos que el aprendizaje tiene un papel fundamental en la conducta ofensiva dirigida hacia personas.
De la misma forma, la conducta agresiva parece estar muy influida por factores genéticos.
Aparte de estas frías y asépticas definiciones, debo decirles que la agresividad, en casi todos los casos, es estimulada por el Hombre ya sea por una ignorancia culpable o por un adiestramiento dirigido precisamente a estimularla e incluso, a seleccionarla.
Truco, como todos entendemos, es inocente y sujeto pasivo de estas malas manipulaciones porque, al fin y al cabo, su único pecado de especie es acompañar en la evolución a un animal tan destructor y agresivo como Homo sapiens.
Le parecerá al amable lector que esta palabra implica, o alude, a las acciones deleznables y rechazadas por la sociedad humana actual y que necesariamente conllevan al maltrato o abuso de un espécimen por parte de otro mas fuerte.
Tanto es así que nuestros gobernantes aspiran a que la sociedad “intente” ser menos agresiva, a que nuestros hijos olviden la tendencia innata a utilizar juguetes bélicos para hacerlo con castillitos y puzzles, a que nuestra juventud mantenga un respeto profundo hacia los mayores y a que, en suma, nos llevemos mejor los unos con los otros. ¡Difícil tarea!
La agresividad en cualquier especie, es un “seguro” de supervivencia, una garantía de acceder a fuente de recurso y a poder llegar a esa elite darwiniana que consigue la evitación de la depredación, que compite y que finalmente, corteja y copula más que los otros y, por tanto, deja más copias genéticas.
Eso, mi estimado lector, es la agresividad que estudiamos como factor necesario para completar los periodos vitales de cualquier espécimen.
Cuando el Hombre, animal evolucionado, sublima el concepto de agresividad y participa de grupos, que aún lo subliman más, aparecen las catástrofes.
Cuando la selecciona y estimula en un pobre animal como Truco, merece condena por dos delitos; por el de su propia agresividad y por el de abuso de confianza sobre una especie inocente.