Expondré a continuación las líneas de base que motivan la mayoría de las agresiones que por su intensidad producen daños desproporcionados y causan efectos normativos o legislativos inútiles, derivados de la confusión que al respecto manifiestan las opiniones vertidas en los medios de comunicación por la opinión pública.
Si hasta cierto punto es comprensible dicha confusión, es inexcusable y a veces bochornoso lo manifestado por la mayoría de profesionales caninos que son invitados públicamente a expresarse al respecto.
Se puede entender que criadores, comerciantes e incluso algunos veterinarios cometan errores de bulto. Pero que un adiestrador, o como ahora se dan en llamar algunos, “educadores o psicólogos caninos”, se permita la licencia de decir las sandeces que se escuchan al respecto, no solo provoca la vergüenza ajena de otros, sino da el tono de lo que tenemos en la profesión.
Expondré las tres ideas que sustentan los errores más oídos al respecto.
1. “LOS PERROS DE PELEA SON AGRESIVOS”
Para que un perro pueda ser usado en peleas no puede ser agresivo. Dicho de otro modo, la agresividad es un obstáculo para la pelea. El perro de pelea lo hace por mecanismos de apresamiento, no de defensa.
La base de la agresividad es el miedo, y este suscita inhibiciones* en el individuo que la manifiesta. Inhibiciones que no deben existir para que un ejemplar sea “bueno” peleando.
Los individuos que son miedosos o presentan síntomas de miedo (base de la agresividad), son desechados por los delincuentes que se dedican a las peleas de perros. Pero esto no significa que los sacrifiquen, sino que los venden o regalan, pasando a engrosar la lista de perritos de compañía.
Cuando la agresividad se desencadena en estos individuos, al carecer de un adecuado nivel de inhibiciones, se produce una sucesión masiva de estímulos que conducen a una orgía de manifestaciones agresivas concretadas generalmente en mordidas de la potencia que puede desarrollar un perro especializado en ello.
*inhibiciones: Es sabido que en la conducta del cánido podemos encontrar frenos o limitaciones a determinadas pautas de dicha conducta. Estos frenos pueden ser heredados específicamente o aprendidos.
Es el caso por el que cualquier cánido sano establece un límite en la agresión a otro individuo de sexo contrario o a un cachorro.
En determinadas razas como el pit bull, la selección del criador en aras de la pelea conlleva premiar a los individuos que carecen de inhibiciones o frenos en el momento de la lucha.
En el curso de una pelea de estos perros, si el oponente se sitúa en posición de sumisión o se lamenta, lo que en la mayoría de los cánidos significaría un freno a la agresión, no suscita ninguna inhibición en el agresor.
No podemos olvidar que la defensa en los cánidos nunca conlleva la muerte directa del agresor. Solo se pretende repeler al agredido.
2. “LOS PERROS LOS ADIESTRAN PARA DEFENSA Y SE HACEN AGRESIVOS”
El adiestramiento de perros para defensa no aumenta su agresividad sino que la canaliza. Esto, que es conocido por cualquiera que haya “observado” trabajos de defensa, es desconocido por otros que presuponen en su ignorancia todo lo contrario.
De forma similar, cuando el niño acude a artes marciales no se hace agresivo sino que canaliza su impulsividad de forma ordenada.
Si un propietario irresponsable le encarga un trabajo de defensa a un aficionado o le pide a los coleguis que le “toquen” al perro, puede que a lo más consiga un perro cabreado tendente a agredir a todo el que lo molesta.
Eso nada tiene que ver con el adiestramiento de un perro de seguridad o deportivo.
3. “LOS PERROS AGREDEN PORQUE NO SE LES TRATA CON CARIÑO”
La causa principal de agresiones en el ámbito familiar, “al propio dueño” se debe a la dominancia por competencia. Esto en la mayoría de los casos se hace extensivo a los desconocidos.
Dichas reacciones agresivas se alimentan por un perro de acusado rango dominante y cariño, mucho cariño.
La naturaleza jerárquica de los canes les impulsa en mayor o menor grado a situarse o escalafonarse. El principal recurso con el que cuentan los perros para esta imperiosa labor es la fuerza.
Por tanto, si tenemos un individuo de acusada dominancia, al que además de estar cuidándolo con la mayor atención nos mostramos entregados a su adoración continua y nunca empleamos la fuerza con él, habremos apostado por convertirlo en un tirano que probablemente a partir de los tres años decida “ponernos en nuestro sitio”.
Si esta reacción le ocurre a un perro de pelea inseguro, ahora podemos comprender que sin los adecuados frenos naturales (inhibiciones), la agresión puede ser dramática.
ALGUNAS CONCLUSIONES
En mi opinión, las actuaciones legislativas tienen que tender a la prohibición y eliminación de las razas que inciden continuamente en actuaciones agresivas de esta índole. Con la moralina de nuestra sociedad y el uso filo delictivo que se da mayoritariamente a alguna de estas razas, no hay cabida para estos animales.
Hace pocos años, cuando un perro agredía al margen del sentido común – fuera de su territorio, a niños, ancianos, etc.-, este era inmediatamente sacrificado. Y no porque fuera “bueno o malo” sino, expresado en términos etológicos, no eran conductas exitosas.
En la humanización a la que sometemos a los perros aplicamos consideraciones que justifican dichas agresiones y como solución general se endosa el problema regalando el perro problemático.
Algunos criadores tendrán que darse cuenta que en contra de su negocio o su irresponsabilidad hay factores que impiden popularizar algunas razas.
Y si intentan, caso del Rottweiler, suavizar el carácter en aras de posibilitar una venta masiva, el resultado puede ser una ingente cantidad de ejemplares tímidos que perderán esta timidez ante un niño o un anciano débil y ¡Oh sorpresa! ¡Nunca lo hubiera imaginado! ¡Con lo cariñoso que es el perrito¡ ¡algo le habrá hecho el niño cuando lo ha matado!
Ningún profesional del adiestramiento discute la inutilidad de estas razas para tareas de defensa en otro nivel que no sea el disuasorio. Y muchos, para esto no hay que ser profesional de nada, pensamos que el repertorio de razas o sus mezclas es tan amplio como para poder elegir de compañero a otro tipo de perro, vamos, a un perro.